
Días antes de partir a España en junio pasado, invitado para participar, entre otros eventos, en el Festival de Poesía de Granada (que este año rinde homenaje al poeta Ángel González), Rafael Cadenas accedió a esta entrevista. En ella se hace un recuento acerca de la edición de su obra en el extranjero, de la historia de la publicación del poema Derrota, de sus lecturas actuales, de su interés por las actividades literarias que han venido realizándose en Venezuela en los últimos años y de su visión acerca de la realidad política del país. El Ahora Venezuela es de todos no me parece verdad –comenta– creo más bien que es de algunos todos.

[H.A.]
Desde la aparición de tu libro El taller de al lado en 2005, donde recopilas gran parte de tu trabajo de traductor, hace ya algún tiempo que no publicas en Venezuela. Entiendo que editoriales extranjeras han estado pendientes de lo que escribes. Me gustaría que hicieses un repaso de esos escenarios, desde la publicación en el Fondo de Cultura Económica de tu obra entera.
[R.C.]
Ésta se reeditó por la Editorial Pre–textos en 2007. Hace dos meses salió, con este mismo sello, Habla Walt Whitman, el libro de las conversaciones, pero le añadí veinte páginas. En 2007 se publicó Un’ Isola e altre poesie, edición bilingüe en italiano y español por la editorial Ponte Sist, y Memorial en inglés y español por la Universidad Nacional de San Marcos del Perú. Aquí la Universidad Simón Bolívar volvió a publicar el año pasado Realidad y literatura. Antes, en 2003, había aparecido en Francia una selección con el título de Fausses manoeubres y en Canadá Poèmes choisis, un año después. Bilingües ambos libros.
[H.A.]
Me llama la atención que en la antología de Visor hecha por Ana Nuño no aparece Derrota, poema que nuestra crítica siempre ha celebrado como representativo de una generación. ¿Estás conforme con esa ausencia? De ese texto, ¿qué hay todavía que hable de ti?
[R.C.]
Estoy de acuerdo con que no se incluyera, en parte porque se ha publicado mucho y traducido también a varios idiomas; porque está lleno de quejas y desde hace años dejé de quejarme; porque tiene cierto vínculo con la absurda y dolorosa lucha armada contra un gobierno democrático, lo que contribuyó a traer la autocracia militarista que se ha enseñoreado del país. Hoy no siento, pues, que Derrota me exprese. Fracaso, en cambio, no tiene esas limitaciones.
Te voy a contar cómo se publicó la primera vez. Adriano [González León] me pidió unos poemas para Clarín, periódico de izquierda que dirigía Luis Miquelena. Le llevé varios y le dije: mira, aquí está éste que yo llamo Derrota, pero no creo que sea un poema, sino una serie de frases confesionales. Entonces él lo leyó y su respuesta inmediata fue: éste es el que voy a publicar, y lo presentó con una nota. Como ves, nunca he sabido lo que es un poema.
[H.A.]
En varias oportunidades te he oído decir que uno de los cuerpos poéticos más interesantes del siglo xx se ha escrito en Polonia. Al revisar tus traducciones y tus recientes Contestaciones, el lector se percata de la presencia de varios poetas de ese país: Wislawa Szymborska, Zbigniew Herbert, Tadeusz Rosewicz, Tymoteusz Karpowicz, Stanislaw Baranczak ¿A qué se debe esta cercanía? ¿Qué asuntos en particular te interesa de ellos?
[R.C.]
La cercanía se debe a que ellos pueden aleccionarnos. Su país se lo dividieron Stalin y Hitler, luego éste lo ocupó, después la Unión Soviética lo liberó, pero le impuso una dictadura comunista que duró como cuarenta años. Esta historia está presente, de manera directa o indirecta, en todos ellos. Nosotros aquí no hemos vivido nada de eso, espero que la convivencia sea lo que se imponga, pues un país partido en dos pedazos, no puede andar; pero está ejecutándose un proyecto que se encubre eufemísticamente con la inofensiva palabra socialismo, para no manifestar su verdadero designio: la dominación total de la sociedad. Se busca uniformarla, literal y figuradamente; fanatizar a los venezolanos que siempre han sido muy abiertos ante las diversidades del mundo, inculcarles un odio que nunca ha tenido. Todo esto se hace con música de Cuba donde, me han dicho, que la única libertad que existe es la de callar. Aquí viene al caso Unamuno: él decía sentir lástima por un pueblo unánime. Debo agregar que yo quisiera estar equivocado.
Uno de los poetas que nombraste, Tadeusz Rosewicz, lo ha editado bid&co. Yo se lo recomiendo a los lectores y escribí unas palabras para presentarlo en la Feria del Libro de la Universidad Metropolitana, pero no hubo público. Creo que no se anunció bien o no tengo poder de convocatoria, como se suele decir; si es así, me place, pues no me gusta ninguna clase de poder. Creo que el poder es maligno bajo cualquier forma, como lo vemos diariamente en todas las esferas, aun en las más insignificantes.
[H.A.]
En tu poesía pueden distinguirse claramente dos etapas. La primera –que arranca con Una isla (1958), continúa con Los cuadernos del destierro (1960), Falsas maniobras (1966) y concluye con Memorial (1977), donde se percibe cierto regodeo con el lenguaje y la elaboración de metáforas, y una segunda –que se inicia con Amante (1983), Dichos (1992) y concluye con Gestiones (1992)– donde asistimos a una simplificación de los recursos estilísticos. ¿Hasta qué punto es cierta esta apreciación? ¿Tienes la distancia suficiente como para hablar de este work in progress?
[R.C.]
Gestiones y Amante difieren un tanto de lo anterior, Dichos son aforismos, no poesías, o más llanamente, frases que compendian alguna idea. A veces me ocurre que convierto en prosa algún poema, o al contrario, lo que inicialmente iba a ser prosa pasa a ser poema. Al menos esa es su intención. También ciertos versos se vuelven frases. Hay un trasiego. Las palabras van y vienen.
Se debería ver como totalidad lo que uno hace. Todo forma parte de lo mismo. Una entrevista, una anotación, una charla, un poema, una nota para algún taller y hasta una conversación se vinculan, se entretejen, se aclaran o se apoyan entre sí. Lo que pasa es que solemos privilegiar un medio, el que en un momento dado se destaque. Czeslaw Milosz dice que algunos de sus poemas son apuntes, y eso me agrada porque soy muy lacónico. Es como encontrar apoyo en un gran poeta. Conviene recordar que siempre ha habido poemas breves y poemas largos; lo importante es que en ellos se aloje la poesía, dama muy esquiva, como lo saben muy bien sus amadores, los poetas, a quienes un día les sonríe y otro día los castiga con sus desdenes. En cuanto a las poetas, la llevan en sí.
[H.A.]
Durante mucho tiempo, tu presencia daba la impresión de distancia, de reserva, de ser un hombre a quien era difícil de acceder. Yo nunca he compartido esa opinión, pero la gente aún tiene esa impresión de ti. Desde hace ya algunos años, tu asistencia a eventos relacionados con la literatura es una constante. Se te ve a menudo en presentaciones, en lecturas, tú mismo participas en ellas junto a escritores jóvenes. Has participado en eventos internacionales junto a poetas reconocidos. Se publica tu obra en otras lenguas. Ese cambio, del taciturno al expansivo, para decirlo de alguna manera, ¿es cierto? Y, de ser cierto, ¿qué influyó en eso?
[R.C.]
Sí, la introversión dio paso lentamente a cierta extroversión, pero siempre he vivido de dar clases, incluso en un colegio para muchachos venezolanos en Trinidad, es decir, he tenido que hablar mucho, aunque también se que callo mucho. Al mismo tiempo, valoro bastante la conversación. Por cierto, en ese mismo colegio dio clases Juan Sánchez Peláez cuando iba para Chile. Dos años antes de que cayera la dictadura militar –esta es una redundancia: no hay ninguna que no lo sea– pude regresar al país. En ese lapso trabajé en el “Moral y Luces” y en otros colegios; también como corrector de pruebas en El Nacional, y con otra función, un tanto vaga, en el Sindicato de Trabajadores de la Prensa. Después me tocó participar, sin mucha entrega, durante los frenéticos años sesenta en las reuniones de Sabana Grande. De manera que siempre estuve abierto a todo lo que ocurría.
Voy a esos eventos que mencionas porque así veo a los amigos y amigas. Además hay que apoyar esas actividades. Son importantes. Indican que nuestra sociedad está viva, y mientras lo esté, no podrá ser subyugada.
Fuera de Venezuela también participo en eventos semejantes. Este mes estoy invitado al Festival de Poesía de Granada que se realizará en la casa de García Lorca. Me toca abrirlo con una lectura de poesía. También leeré en Málaga y en Valladolid, todo ello si el Tao me lo permite. ¿Cómo rehusar esta invitación de mis amigos de España, adonde además me gusta ir? Los honores no deben buscarse, eso es indigno, pero tampoco rechazarse. Tengo muy presente también que allá está una parte principal de nuestras raíces, comenzando por la que carga el idioma, el mismo con que el actual gobierno ataca el imperio español. ¡A estas alturas! Es como si a los españoles les diera por arremeter verbalmente contra Italia porque el Imperio romano ocupó su país.
Es asimismo una insensatez inculcar odio a Estados Unidos, país del que nunca hemos sido colonia, aunque sí muy influidos por él. Recordemos, de paso, que le sacó las castañas del fuego al altisonante Cipriano Castro, aunque haya sido con ánimo imperial. Es más: los agravios que hayan infligido algunos de sus gobernantes a otros países de Hispanoamérica, si bien no se olvidan, deben ser puestos en un segundo plano para poder coexistir en paz. La Unión Europea no existiría hoy si los países que la forman no hubiesen depuesto sus rencores.
[H.A.]
Es pública y notoria tu posición en relación al ambiente político en nuestro continente y, particularmente, con respecto a lo que sucede en el país. Durante mucho tiempo, estuviste cerca de los planteamientos de la izquierda venezolana y entiendo que, en algún momento, fuiste militante de la Juventud Comunista. He visto y oído muchas declaraciones en contra de tus opiniones y actitudes por parte de la burocracia cultural de este país e, inclusive, de poetas. ¿Es esto un problema entre la ética y la estética?
[R.C.]
Lo que hago a veces es dar declaraciones muy críticas sobre lo que ocurre aquí, pero debo advertirte que la palabra enemigo no existe en mi vocabulario. ¿Hasta cuando los seres humanos van a seguir destrozándose por ideologías, nacionalismos, religiones? Son las adhesiones fanáticas a credos las que traen tanta destrucción. Ningún país en el mundo está exento de violencia, en todos está latente o manifiesta. En el nuestro, su gobierno está preparando una guerra, que, para decirlo con una frase de Erasmo, sería el naufragio de todo bien, y la mayoría de los venezolanos no quiere eso. Además, toda guerra es fratricida.
[H.A.]
En una entrevista que le hizo María Elena Walsh a Doris Lessing, ésta tilda de psicopatología masiva el comunismo en el cual creyó durante su juventud, y dice que ella y sus amigos creían estar salvando el mundo, pero no querían ver lo que estaba pasando en la Unión Soviética, que para mí ha sido el mayor engaño de la historia, y ahora nuestros revolucionarios como que quieren repetir esa experiencia. Ella también fustiga a los idealistas. Los considera gente peligrosa. Las utopías –afirma– convierten a los hombres en salvajes que se matan los unos a los otros.
[R.C.]
El gran escritor ruso Alexander Herzen pone en boca de los salvadores de países estas palabras: Nosotros no somos el médico, somos la enfermedad. En su libro Pensadores rusos, Isaiah Berlin le dedica un ensayo muy útil para nosotros. ¿Por qué no leería yo a Herzen en vez de Lenin? Entonces no se conseguía nada suyo y tampoco hubiera tenido efecto en mí. Cuando uno es muy joven no oye.
Hay, sin embargo, políticos ejemplares. Nelson Mandela sería uno. Después de estar veintisiete años en prisión, sale sin odio a hablar con su enemigo para construir una nación. ¿Por qué no nos lo prestarán? Estoy bromeando contigo: aquí también hay hombres y mujeres valientes, con ética, que luchan todos los días, presos o en exilio o libres.
De esas naderías que llaman injurias –la frase es de Santa Teresa– casi nunca me entero. Yo no ataco a personas. Me resulta imposible porque no puedo desdeñar.
[H.A.]
Sé que eres un constante curioso de las librerías. ¿Qué lees actualmente? ¿En qué cosas te ocupas desde el ejercicio de la escritura?
[R.C.]
Hace poco leí Inmadurez, la enfermedad de nuestro tiempo, de Francesco M. Caraluccio, libro editado por Siruela. Es un estudio del infantilismo en los adultos a través de la historia, sobre la voluntad de no crecer. Se trata de un fenómeno muy actual que el autor examina en diferentes áreas y al cual le atribuye la decadencia del mundo occidental y el nacimiento de los totalitarismos. ¿No es infantil, pongamos por caso, eso de buscar culpables de los problemas del país en vez de la verdad? ¿O que el Papa diga que el infierno es un lugar que existe realmente? ¿O que el presidente de Irán afirme que su país es el más poderoso del mundo? Podría seguir dándote ejemplos.
En este momento estoy sumergido en la autobiografía, sin título, de Nina Berberoba. Cómo nos gusta este género. A Nina le tocó vivir en su juventud durante el período de la revolución comunista, primero en Rusia y luego en Alemania, en Francia y finalmente en Estados Unidos. Conoció muchos de los escritores y poetas de ese momento. Crítica el régimen soviético, pero no se identifica con el sector más reaccionario de la emigración. Sin embargo, menciona a cada víctima de Stalin. Nina dice que el acabó con tres generaciones de creadores.
Comienzo a hojear La nueva clase de Milovan Djilas, libro que debería reeditarse aquí. El hecho de que la revolución produzca otra clase privilegiada ya puede considerarse, a mi ver, una ley de la historia. Los revolucionarios venezolanos podrían, si lo leen, procurar que esa ley no se cumpla. En este momento, lo de que Ahora Venezuela es de todos no me parece verdad; creo más bien que es de algunos todos.